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January 01, 2015

North Korean Defector Jang Yeong-jin Opens Up About Long-Held Secret: His Homosexuality

When the North Korean defector Jang Yeong-jin arrived in South Korea in 1997, officials debriefed him for five months but still hesitated to release him. They had one crucial question unanswered: Why did Mr. Jang decide to risk crossing the heavily armed border between the two Koreas? “I was too embarrassed to confess that I came here because I felt no sexual attraction to my wife,” Mr. Jang said. “I couldn’t explain what it was that bothered me so much, made my life so miserable in North Korea, because I didn’t know until after I arrived here that I was a gay, or even what homosexuality was.” Mr. Jang said he never heard of homosexuality while growing up in Chongjin on the eastern coast of North Korea, even when he developed a crush on another boy named Seon-cheol. They continued their friendship after moving to Pyongyang, where they attended different colleges. “When the subway was crowded, I sat on Seon-cheol’s lap, and he would hug me from behind,” Mr. Jang said. “People didn’t care, thinking we were childhood friends.” The two were separated in 1976, when they joined the military at age 17, where close physical relationships became a matter of survival. “In winter, when soldiers were given only two threadbare blankets each and little heat, it was common for us to find a partner and sleep hugging each other at night to keep warm,” Mr. Jang said. “We considered it part of what the party called ‘revolutionary comradeship.’ ” “There are many homosexuals in North Korea who live a miserable life without even knowing why,” he said. “What a tragedy it is to live a life without knowing who you are.”

"Viví más de 35 años en Corea del Norte siendo gay sin saberlo", asegura Jang Yeong-jin, un refugiado que hasta llegar a Seúl fue incapaz de entender su propia condición sexual debido al extremo aislamiento y conservadurismo de la dictadura de los Kim. Jang, de 56 años y conocido por ser el único que ha salido públicamente del armario entre los casi 30.000 norcoreanos llegados al Sur, editó en abril una novela autobiográfica en la que relata su infancia y juventud en el país más hermético del mundo. "En Corea del Norte el gobierno decide lo que está bien o mal, por lo que carecíamos de información sobre otros países o sociedades. No sabía qué era ser gay, porque el concepto de homosexualidad no existe", relata el refugiado en una entrevista con Efe en Seúl. El código penal norcoreano no contempla como un delito la homosexualidad, aunque la maquinaria propagandística del régimen la ha abordado en ocasiones como un ejemplo de la "decadencia moral" de Occidente en contraste con la pureza de los valores socialistas del país. A Jang, ser afeminado no le causó grandes problemas en su adolescencia. "En la universidad me decían que parecía una chica, así que los chicos se acercaban a mí y me brindaban mucho cariño y atención". Más tarde, en sus siete años de servicio militar obligatorio (tres menos de lo habitual porque contrajo tuberculosis) los contactos con otros hombres comenzaron a ser más intensos. "A pesar del frío invierno solo nos daban una manta fina, así que solíamos dormir abrazados. Como pasan años sin ver a una mujer, es habitual que los soldados se besen y acaricien, y es visto como solidaridad entre compañeros. Nadie lo relaciona con la homosexualidad", relata. Su piel pálida y aspecto afeminado le convirtieron, también en el cuartel, en el favorito de sus compañeros para compartir lecho durante las largas y gélidas noches invernales. Finalizado el servicio militar regresó a su ciudad natal de Chongjin, al norte del país junto a la frontera con China, donde contrajo matrimonio con una joven local porque "casarse y tener hijos es un deber y no una elección" en Corea del Norte. Sin embargo, allí también se reencontró con Sun-cheol, su mejor amigo con quien compartía inocentes caricias de amistad en la infancia y del que estuvo enamorado en secreto durante toda su juventud aún sin llegar a comprender sus propios sentimientos. "No tuve ni una sola relación sexual con mi mujer durante nueve años. Queríamos tener un bebé pero yo no podía. Solo pensaba en ver a Sun-cheol", asegura. Cuando solicitó el divorcio y se lo denegó el Gobierno, comenzó a sentirse culpable por hacer infeliz a su esposa y decidió desertar a Corea del Sur. Tras intentarlo sin éxito a través de China, en 1997 Jang decidió tomar el camino más corto, inusual y arriesgado: cruzó los bosques minados de la Zona Desmilitarizada (DMZ) en una aventura que captó la atención de varios medios de comunicación surcoreanos.

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